Los medios de masa en la actualidad ya no son sólo una manera de comunicación de gran alcance, su evolución (la cual ha sucedido por nuestra propia causa) los ha convertido en la forma primordial de conocer al mundo. Tras dicho postulado que se reproduce como autorreferencia en el mismo sistema, surgen de inmediato a la mente los peligros que tal noción implica; pues sabemos bien que, conociendo como se manejan las empresas comunicativas, no podemos creer en todo lo que vemos, escuchamos o leemos.
Es entonces que entra al juego la diferenciación por funciones de la sociedad, cuando aplicamos nuestro criterio para tomar –con cautela- sólo aquello que vaya de acuerdo a nuestra situación particular, y dejamos aquello que no nos hace falta o no satisface ninguna necesidad propia informativa. Todo ello genera la producción abstracta de un doble sentido de la realidad, en el que percibimos como observadores, pero también participamos y consumimos de él. Queda pues, cerrado el círculo codificado con información de un tiempo imaginario, al cual hemos condenado a repetirse eternamente, sin dejar jamás de expandir su diámetro, que, sin importar cuánto cambie la sociedad, abarcará siempre el universo temático.
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