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sábado, 3 de diciembre de 2011

Acerca de "La Realidad de Los Medios de Masas" de Niklas Luhmann (Capítulos 8 a 16)


Los seres humanos siempre hemos encontrado la forma de detener el tiempo –en un sentido perceptivo- gracias a la inclusión del juego en nuestras vidas. Por tanto, no es de extrañar que bajo la realidad manufacturada de los medios de masas, los juegos sociales llenen la necesidad innata que tenemos por el esparcimiento y la distracción, cuando ponen una pausa a aquellos momentos de hastío y nos hacen una oferta que no podemos rechazar: el entretenimiento.

Y es que la ficción ha tenido, desde tiempos inmemoriales, la capacidad de perdernos en un laberinto de emociones prefabricadas, aunque no por ello, menos “reales”. No es difícil notar, entonces, el porqué del aura de fascinación que tienen a su alrededor las novelas escritas, los seriales en televisión o las cintas en el cine. Aunque, lamentablemente, los dos últimos remplazan a paso veloz a la narración escrita debido a su accesibilidad proximidad y multiplicación ilimitada, que satisface a la sed de diversión en un mundo “express”.

Pero aquella misma facilidad de los medios en la reproducción de emociones específicas, puede ser manipulada de diversas maneras que, en cierta medida, dominan al observador y lo llevan a la acción inconciente de órdenes no pronunciadas. Es por ello que el individuo resulta un ente de suma importancia en el proceso de diferenciación y consumo activo del entorno virtual, pero como el espectador es uno y muchos, se conforma una paradoja en la que los individuos, al tomar parte en la comunicación, se individualizan y se desindividualizan; se uniforman y forman parte de la ficción para que la comunicación pueda tener seguimiento en referencia a los individuos mismos en la construcción del ser humano.

Como se vio en una publicación anterior, los medios masivos construyen, producen y reproducen el conocimiento del mundo, y representan una realidad social que no siempre es la “real”; con ello han elaborado una nueva lista de valores morales que imponen en la conformación de las normas sociales que hacen pensar al observador que las cosas “deben de ser así, porque así es como lo han visto en los medios”. Habremos de tener cuidad frente a tal estandarización ética, en un contexto engañoso y voluble que no es controlable, pero que, a fin de cuentas y aunque no lo queramos, genera cultura pública y necesaria, congruente con la realidad construida en colectivo, y analizable bajo los preceptos de la cibernética de segundo orden.

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